En aplicaciones software, suele ser habitual dividir la aplicación en módulos funcionales cada uno de los cuales son independientes, de forma que se puedan obtener múltiples ventajas tales como:
Facilidad de mantenimiento. Si hay por ejemplo un error en un módulo, la resolución se focaliza sólo en dicho módulo y no hay que mirar otras partes del programa, lo cual facilita el mantenimiento del código.
Reutilización. Si tenemos encapsulado un determinado módulo y bien definido, dicho módulo puede ser utilizado para otras aplicaciones.
Una de las divisiones funcionales típicas de aplicaciones software consiste en dividir todo código de programa relacionado con la interacción de datos, todo código relacionado con la lógica del programa, y todo código relacionado con la visualización e interacción con el usuario. De esta forma la aplicación final se divide en tres grandes módulos.
Es por lo tanto interesante pensar en cómo dividir dichos módulos en una aplicación, y en primer lugar delimitar la funcionalidad asignada al módulo de datos.
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